Y al final todas aquellas poesías de adolescente, de rima
fácil, de llorarle al mundo por cosas que no entendía, por hablarle a un amor
que se expresaba en otro idioma… ahora les pongo tu nombre. Tú haces que no me sienta imbécil, cuando lo
soy con mayúsculas y tú no dejas de llamármelo. Tú haces que yo que dije que
había matado todos mis miedos, después de aquella mañana que mi teléfono sonó
por segunda vez para hacerme volver a nacer… ahora siento pánico de tu
ausencia. Yo que nací tres veces, ahora
le pido a la vida una cuarta oportunidad, para redimirme…para que me acompañes
en el viaje hacia mi último latido. Sólo deseo ese mundo que nos asusta con
coincidencias, que se para cuando nos metemos en la cama…que se mira a los ojos
y grita en la madrugada. Y me ato a los
mechones de tu pelo esperando que no los desenredes, que aceptes todos los
cafés por la mañana… que esa mirada no deje de brillar. Ruego porque el tiempo sin ti cada vez sea
más corto, no tener que contarte mis sueños en la distancia, tus manos en mi pelo sean los que me
despierten en la mañana.
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