jueves, 31 de octubre de 2019

El último acorde

El último acorde.

Decían que su sonrisa
era la que más iluminaba,
que bailaba hasta el amanecer,
la canción preferida de todos
su risa,
la alegría siempre por vestido.

Viajaba por las nubes 
en busca de sus sueños,
no conocía maldad.
Su hombro siempre fue
un pañuelo
y sus oídos
la paz.

Entonces llegó 
aquella doble sombra,
la enamoró con su mirada,
nadie sabía que en ese cruce,
ella terminaría con la suya
morada.

Ella al principio en sus flores
no vio ninguna espina,
pero poco a poco irían creciendo
y le arruinarían
la vida.

Con el tiempo su sonrisa
se quedó en aquella habitación
llena de posters de hombres 
soñados,
su cara ya no tenía 
colores,
en su ropa ya no había
faldas.

Nadie entendía nada,
ya nunca más fue una,
esposas invisibles la acompañaban.
Aquel hombre siempre 
a su lado,
extraña ironía,
ahora él era el alma de la fiesta…
pero ella ya nunca bailaba.

Pronto todos celebraron, 
las campanas de la iglesia
tocaron marcha fúnebre,
aunque la gente tirase
arroz.
Él le entrego un anillo,
pero quién dio a quién su
costilla.

Aquella sombra oscura
le regaló cuatro paredes,
con fogones por barrotes y 
y comidas juzgadas,
unas veces con cinco tenedores
la mayoría de ellas con
una bofetada.

El tiempo pasó,
para sus amigas un 
recuerdo,
para su sangre…
una olvidada.
Por música siempre
sus gritos,
en vez de besos y
abrazos,
para él amor eran 
patadas.

Pero la peor patada…
estaba por venir,
lo haría dentro de su vientre
un alma inocente
que ella nunca quiso
sentir.

El tormento de una cuenta atrás,
el sufrimiento de ver algo
de él creciendo dentro,
el miedo a que sus hostias
se repartieran,
la súplica a una muerte
piadosa.

Pero quién le iba a decir
a ella…
que algo más doloroso
que los golpes de aquel demonio
iba a ser su salvación.

Porque en el momento que vio
aquellos diminutos ojos de niña,
que tanto le recordaban a 
cuando los suyos brillaban…
tuvo la mayor certeza de que el fin
de aquella película de terror
lo pondría ella aunque
con sangre lo pintara.

Miró por última vez aquel ser,
representación de una historia
mal entendida, de convertir personas
en objetos. 
El amor no es un espacio pequeño
sino unas alas que se baten paralelas
hacia el horizonte.

Sólo se llevo una cosa…
aquellas diminutas manos 
que salieron de sus entrañas,
y ambas sintieron al oír la puerta 
a sus espaldas,
el último acorde de 
miles de bofetadas.

@azaustre